Tuesday, September 26, 2006
para algunos esta epoca del año se caracteriza por el despertar de los instintos reproductivos, la explicación científica(para aquellos) de este fenomeno es el siguiente, con el cambio de estacion y la venida del calor, la nueva posición del sol calienta nuestra cabeza , asi mismo, nuestra hipofisis, lo que activa un proceso hormonal el cual comienza a efectuar ciertos cambios en nuestro comportamiento...de esta manera, "la hembras", comenzaran a mostrarse mas bonitas frente a los ojos del "macho"...ropa de colores mas ajustadas..ademas de la utilización masiva de gimnasios, recuperando el tiempo perdido para verse bien en el verano y el valor agregado de la ploriferación de suicidios que se acompaña con el olor a flores...selección natural?......no creo que sea tan sencillo, es mas, la verborrea explicativa aduce a obviar la pluralidad de un cierto conocimiento de la naturaleza de la primavera y sus implicaciones en la gente, es mas, que pasa con la gente que nunca en toda su vida ha sentido ganas de "procrear", si, existe gente que no es sexuada, y es bastante...aun asi...a pesar de las banas explicaciones, la charlataneria barata (de al cual abuso frecuentemente), y de todo lo que conlleva ya estar terminando el año...me gusta la primavera...
tu amor es una vieja medalla
El viento y la lluvia
gastaron tu voz
los astros temblaron sin saber
amaste y dormiste
y el sol se alejó
y tu amor es una vieja medalla
y tu amor es una vieja medalla
los puentes del cuerpo
silbaron en vos
las bayas cayeron por tu piel
miraste y no viste y el sol se alejó
y tu amor es una vieja medalla
y tu amor yo lo encontraré
las luces del alma sin muros y sin sed
habrán de encontrarse al final otra vez... el oro y la muerte
cambiaron tu querer
trocaron tu risa por temor
amaste y dormiste y el sol se alejó
y tu amor es una vieja medalla
y tu amor luna en la naday tu amor es una vieja medalla
y tu amor pues yo lo encontraré.
Luis Albeto Spinetta.
kamikaze.
Monday, September 25, 2006
Wednesday, September 20, 2006
Tuesday, September 19, 2006
Sunday, September 17, 2006
EL VINO DE LOS ABSUELTOS
Un chasquido de lenguas atraviesa el cuerpo del huracán unos compases muerden los muslos de las piedras.
Cofre eras, bolsa de monedas de escaso valor boca en que se quemaban las hojas secas que de tanto en tanto emitían alguna señal.
Cofre soy, y con saliva opaca voy besando los cristales.
Es un rumor el sitio al que se debe marchar.
O es el fondo del espejo de todos los espejos, el agua, que nos llama con inconfundible temblor...
Verónica Jimenéz.
Monday, September 11, 2006
INDICIOS
Poeta: Any Lagos
atravesar la niebla( el abrazo que fue fugaz como la brisa ) se van hundiendo los pies y quizás es la única certeza..
HUIDA
el día oscurece la capacidad de asombro los engaños
el hábito de vagar o esa persistencia de vivir
esquivando desconsuelos violaciones olvidos y después escapar de la enfermedad de morir de asco( no de hambre ) como prisioneros del pan con obsesiones como ataúdes con la piel caliente para recuperar al sol apenas un pedacito del alma
Thursday, September 07, 2006
tres tristes tigres trigraban en trigal
Poeta: Eleonora Filkenstein
Título: Un triste tigre
No sé de dónde viene la tristeza.Pero viene.No sé porqué la tengo pero la tengo.
Si pensara en esto por un tiempo.Si abandonara todo pulso, todo deseo para pensar no creo que estaría más contento y si siguiera en cambio
cada pulso cada deseo para ser feliz
creo que tampoco estaría menos triste.
Por unas ciertas roturas que hay en mí
que no sirven para ver ni para respirar
corre un animal que me habla y me confunde
Es como un tigre aquí adentro.
Si le pidiera ayuda a él, a mis hermanos si pasáramos los siglos descifrando este blues
si por fin encontráramos respuesta el significado de tristeza aún no sería de mayor utilidad.
Habría entonces tantos tristes tigres y comeríamos trigo como siempre y eso es algo terrible, capaz de enloquecer, de descontrolar a cualquier carnívoro triste por naturaleza.
Tuesday, September 05, 2006
Monday, September 04, 2006
El crepúsculo de la tarde
De Spleen de ParísPor CHARLES BAUDELAIRETraducción de Nydia Lamarque 1º edición, 1961, México, Editorial Aguilar.
Cae la tarde. Un gran apaciguamiento se produce en los pobres espíritus fatigados por la labor de la jornada, y sus pensamientos toman ahora los colores tiernos e indecisos del crepúsculo.
No obstante, desde lo alto de la montaña, a través de los transparentes vapores de la tarde, llega hasta mi balcón un gran aullido compuesto por una cantidad de gritos discordantes, que el espacio transforma en una lúgubre armonía como la de la marca creciente o la de la tempestad que se despierta.
¿Quiénes son los infortunados a los que la tarde no calma y que, como los búhos, toman la venida de la noche por la señal del aquelarre? Este siniestro ulular nos llega del negro hospicio posado en la montaña; y por la tarde, mientras fumo y contemplo el reposo del inmenso valle donde cada ventana dice: "Aquí reina la paz; aquí se gozan las dichas familiares", puedo yo, cuando el viento sopla de ese lado, mecer mi pensamiento atónito en esa imitación de las armonías del infierno.
El crepúsculo excita a los locos. Me acuerdo de haber tenido dos amigos a quienes el crepúsculo enfermaba. Uno olvidaba entonces todas las relaciones de amistad y cortesía, y maltrataba como un salvaje a cualquiera que se le acercara. Yo lo vi arrojar a la cabeza de un maître d' hôtel un pollo excelente, en el que creía encontrar no sé qué insultante jeroglífico. La tarde, precursora de las voluptuosidades profundas, le estropeaba las cosas más suculentas.
El otro, un ambicioso fracasado, volvíase, a medida que la luz menguaba, más agrio, más sombrío, más incómodo. Indulgente y sociable aun durante el día, era implacable al atardecer, pues su manía crepuscular se manifestaba rabiosamente no sólo a expensas de los demás, sino también a expensas de sí mismo.
El primero murió loco, incapaz de reconocer a su mujer y a su hijo; el segundo lleva dentro de sí la inquietud de un malestar perpetuo y, aunque se viera gratificado con todos los honores que pueden conferir las repúblicas y los príncipes, creo que el crepúsculo seguiría encendiendo en él la quemante codicia de imaginarias distinciones. La noche, que insuflaba sus tinieblas dentro de aquel espíritu, ilumina el mío, y aunque no sea raro ver que la misma causa engendra dos efectos contrarios, esto me intriga siempre y despierta en mí algo como una alarma.
¡Oh, noche! ¡Oh refrescantes tinieblas! ¡Ustedes son para mí la señal de una fiesta íntima, Ustedes son la liberación de la angustia! ¡En la soledad de las llanuras, en los laberintos pétreos de una capital, centelleo de estrellas, explosión de reverberos, son los fuegos artificiales de la diosa Libertad!
¡Crepúsculo, qué dulce y tierno eres! Las rosadas lumbres que perduran en el horizonte como la agonía del día bajo la opresión victoriosa de su noche, las luces de los candelabros que manchan con un rojo opaco las postreras glorias del poniente, las pesadas colgaduras que una mano invisible corre desde las profundidades del oriente, imitan todos los complicados sentimientos que se disputan el alma del hombre en las horas solemnes de la vida.
También se las podría comparar con esos extraños trajes de bailarina, en los que una gasa transparente y sombría deja entrever los amortiguados esplendores de una falda rutilante, como bajo el negro presente se trasluce el delicioso pasado; y las vacilantes estrellas de oro y plata que la realzan, representan los fuegos de la fantasía que sólo arden bien bajo el profundo luto de la Noche
El extranjero
-Dime, hombre, enigmático, ¿a quién amas tú más? ¿A tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano.?
-Yo no tengo ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano.
-¿A tus amigos?
-Os servís de una palabra cuyo sentido desconozco hasta hoy.
-¿A tu patria?
-Ignoro bajo qué latitud está situada.
-¿La belleza?
-De buena gana la amaría, diosa e inmortal.
-¿El oro?
-Lo odio, como vosotros odiáis a Dios.
¿Pues qué es lo que amas, extraordinario extranjero?
-¡Amo las nubes. . ., las nubes que pasan... allá lejos... las maravillosas nubes!
Baudelaire
de Spleen de París
SONETOS
De los hermosos el retoño ansiamos para que su rosal no muera nunca, pues cuando el tiempo su esplendor marchite guardará su memoria su heredero. Pero tú, que tus propios ojos amas, para nutrir la luz, tu esencia quemas y hambre produces en donde hay hartura, demasiado cruel y hostil contigo. Tú que eres hoy del mundo fresco adorno, pregón de la radiante primavera, sepultas tu poder en el capullo, dulce egoísta que malgasta ahorrando. Del mundo ten piedad: que tú y la tumba, ávidos, lo que es suyo no devoren.
II
Cuando asedien tu faz cuarenta inviernos y ahonden surcos en tu prado hermoso, tu juventud, altiva vestidura, será un andrajo que no mira nadie. Y si por tu belleza preguntaran, tesoro de tu tiempo apasionado, decir que yace en tus sumidos ojos dará motivo a escarnios o falsías. ¡Cuánto más te alabaran en su empleo si respondieras: " Este grácil hijo mi deuda salda y mi vejez excusa ", pues su beldad sería tu legado! Pudieras, renaciendo en la vejez, ver cálida tu sangre que se enfría.
III
Mira a tu espejo, y a tu rostro dile: ya es tiempo de formar otro como éste. Si no renuevas hoy su lozanía, al mundo engañas y a una madre robas. ¿Quién es la bella del intacto seno que tu cultivo marital desdeñe? y ¿quién tan loco para ser la tumba de un amor egoísta sin futuro? Tu madre encuentra en ti, que eres su espejo, la gracia de su abril, su primavera; así, de tu vejez por las ventanas, aunque mustio, verás tu tiempo de oro. Mas si pasar prefieres sin memoria, muere solo y tu imagen morirá.
SHAKESPEARE
48 sonetos de amor